Hoy vamos a recuperar un artículo del antiguo Diario Cultural de Villacarrillo. Una entrevista que le hicimos a Paco Coronado, al que seguimos homenajeando, en el año 2012. El motivo no fue otro que recuperar la memoria de los años más pop de Villacarrillo. Finales de los 60 y principios de los 70 en nuestro pueblo donde proliferaban los grupos de música cercanos a la estela de ese movimiento que tanto bien hizo (y sigue haciendo) a todo buen amante de la música. Algunos, algunas os acordareis de Los Bohemios…
Así lo contamos entonces:
Una tarde, pensando en qué aportar al Diario Cultural de Villacarrillo, tras una conversación totalmente informal con Paco Claverías (una de las patas de esta mesa pop) le pregunté; “me gustaría hacer algo con los grupos de música de Villacarrillo de finales de los 60 y principios de los 70, ¿no pertenecías tú a los Bohemios?” Me dijo que sí; que lo mejor era dirigirme a Paco Coronado (otra pata de esta maravillosa mesa) ya que él me pondría al tanto de todo esto. Hecho este que me ratificó Ángel Castillo (tercera pata de nuestra particular mesa). Hemos elegido Los Bohemios al azar, pero esto ha servido (a mí particularmente) para conocer que Villacarrillo también vivió su “Edad de Oro POP” con grupos que surgieron a raíz de grandes ídolos de aquella época, nacionales e internacionales; The Beatles, Los Sirex, Pequeniques, Formula V y un largo etc.Antes fueron; “Sola y sus muchachos” (más tarde Los Sola,s), Los Dinámicos, Los Genios y algunos más. Paco Coronado atendió la llamada al instante, no hubo ni que rogarle. Y aquí está el resultado del trabajo de este hombre. Un preciso y precioso documento que debería leerse detenidamente para conocer a estas personas que en su día abanderaron un “movimiento” de música ligera en nuestro pueblo y que son ejemplo de inquietud y desarrollo personal. Sé que se han removido cosas por dentro y que la emoción al recordar estas historias han provocado alguna “lagrimilla”. Por todo esto y mucho más; gracias amigo Paco.
PREGUNTA: Varios vínculos en común llevan a cuatro chiquillos a interesarse por la música. Comenzamos la casa por los cimientos; cuéntanos como pasó
RESPUESTA: Uno de los vínculos que nos une a los cuatros chiquillos que más tarde daríamos vida al grupo Bohemios, es efectivamente la música. Sin embargo no únicamente es este arte el que nos cohesiona. La primera pieza del ensamblaje que nos une nace en los años escolares en la escuelas de SAFA de Villacarrillo. El segundo paso de la ensambladura es el fútbol, sin duda la única actividad deportiva que se practicaba. Cada era de pan trillar constituía un campo de fútbol, y así se puede ver en la fotografía (Equipo de fútbol “Los Peques”, de fecha 15 de mayo de 1964 en la Era del Campo de Fútbol); en esta alineación estamos los cuatro chiquillos: Paquito Coronado, Juli Casero, Paco Claverías y Ángel Castillo; es singular la equipación que vestimos.
2ª P: Llega el Bachillerato y las primeras inquietudes musicales. Vuestros gustos musicales coincidían y la intención de formar un grupo que emulara a vuestros ídolos empezó a ser una realidad.
R: En el año 1967, con once años, concluida la Primera Enseñanza y, previo Examen de Ingreso, iniciamos Primero de Bachillerato Elemental en el Patronato N.S. del Rosario, en la calle Ramón y Cajal. La música de Los Brincos, Los Bravos, Los Pic Nic, Adamo, … que se oye entonces, da lugar a la tercera pieza del ensamblaje. Emulamos a dichos conjuntos y cantantes y en cierto modo llamamos la atención entre nuestros compañeros, constituyendo así una seña de identidad. En estos años se une a nosotros un auténtico guitarrista: Luis Moreno, bandurria en la rondalla de “El Maestro Vilano”.
Nombre no teníamos y Emilio Parra, del curso tercero, nos bautizó como Los Silvers. Y no quedó en este nombre él único con el que se nos conoció. En una de las actividades que por San Tomás de Aquino se celebraban en el Salón de Actos del nuevo Instituto, interpretamos “Un rayo de sol”, fulgurante canción de la época; cada uno con la guitarra española recién estrenada y yo con una pequeña melódica roja, regalo de reyes de aquel año. Nos presentó Juan Cruz, profesor de Lengua y Filosofía del centro, adjudicándonos el rimbombante título de “Los Ingenuos Trovadores de la Celtiberia”. Casi nada.
3ª P: ¿Cómo fueron aquellos primeros acordes y los primeros ensayos?
R: Nos juntábamos a ensayar en el patio de mi casa. Con varios cajones y dos trozos de palo formamos la batería. Aquellos ensayos nos tenían ocupadas las mañanas veraniegas. De aquellas soleadas mañanas salió el nombre de “BOHEMIOS”. Definitivo nombre por el que hemos sido conocidos musicalmente, sin que olvidemos que también se denominó así el entorno que formábamos amigos y amigas.
Ya queda por entonces determinado el instrumento que cada uno tocaría. Juli Casero y Paco Claverias, guitarras rítmicas; Luis Moreno, guitarra punteo; Ángel Castillo, baterista y el que habla, Paco Coronado, el bajo. Constituyendo los cinco el coro vocal.
La batería para Ángel la formamos con diversos elementos fruto de la imaginación y algún trapicheo. El elemento más llamativo de la batería era el bombo, que consistía en un tabar de los utilizados para las sardinas tuertas (arenques), bien forrado y con una cartulina en la parte delantera que mostraba The Bohemio’s, en letras artísticas. El olor que desprendía denotaba fácilmente su procedencia, llegando tal aroma a todos los rincones del salón que nos servía de estudio de ensayo.Al poco tuvimos conocimiento de la disolución de un grupo de Villanueva del Arzobispo, llamado “Los Ídolos”, que vendían la batería. El trato se cerró en 1.250 pesetas, las que fuimos pagando a plazos con la paga que nos daban los domingos que era de 25 pesetas, y que quedaban de esta forma desglosada: 15, para pagar la batería y con las 10 restantes, debidamente exprimidas, daban para un paquete de tabaco comunitario, un vino y alguna partida en los futbolines de Andrés del Arco, junto al paseo.
4ª PREGUNTA: Y llegan vuestras primeras presentaciones en directo.
R: En el centro de juventud organizábamos baile todos los domingos. El recinto se llenaba a rebosar. El repertorio era los números musicales de la época y otros que escuchábamos en directo de los dos conjuntos que por entonces había en Villacarrillo: Los Solas y Los Genios; y las canciones del Grupo Nuevos Horizontes, que actuaban en la verbena de feria.
En un sucinto repaso por aquel repertorio apunto: Lola, Un sorbito de champán, Cállate niña …; más tarde Fin de semana, El Arlequín de Toledo, Cumbia de la cimarrona, Aquarius, Sacramento, Vacaciones de verano, María Elena, Oye como va, El gato que está triste y azul, Chaly, Calles del viejo París, Torrevieja, Soñar, (de Lone Star), Dicen (Zarzamora), No soy de aquí, Un beso y una flor, Tierras lejanas, Sin una ilusión y Mi destino es como el viento, (ambas de los jiennenses Mobby Dick) Maruja Limón, Caridad, Si no estás tú (Nilsson), Alma corazón y vida, Una sencilla canción de amor, Que nadie sepa mi sufrir, Distancia, Killing me softly, Son of my father, Hey Jude, Adios linda Candy, Eva María, Mi talismán, Pop Corn, Perfidia, Bésame, Las hojas muertas, Let it be, Jaén, Cerca de las estrellas… y algunas otras que no vienen a mi memoria, si bien fue “El violín de cartón” la que constituyó el distintivo Bohemios.
-5ª PREGUNTA: Pero muchas de esas canciones están cantadas en inglés…
R: Sí, alguno de estos números musicales tenía la letra en inglés, pues, nada, se cantaba en inglés, claro está que la letra la hacíamos en nuestro particular inglés, al que calificábamos como “inglés del Condado”. En el año 1972 Luis Moreno abandona el grupo y se marcha a Valencia a trabajar y Juli Casero se hace cargo de la guitarra solista. Una vez desapareció el Grupo Los Genios, utilizamos su instrumental para varias actuaciones; siempre nos quedábamos con la miel en los labios por lo que significaba para nosotros tocar con instrumentos eléctricos, micrófonos, etc, por ello no dimos muchas vueltas al ofrecimiento del referido grupo de alquilarnos su instrumental y lugar de ensayo, frente a lo que hoy es el Mercadona, con vistas a los contratos que pudieran ir saliendo. Y de esta forma en los primeros días del mes de julio del año 1973, comenzamos a ensayar.
Mañana, tarde y madrugada luchábamos por adaptarnos a aquel instrumental y formar un extenso repertorio con los números musicales que antes he referido y que fuera más que suficiente para las venideras actuaciones. Micrófonos que una vez se humedecían con el aliento te lanzaban hacia atrás debido al calambrazo que producía la corriente eléctrica; el eco del equipo de voces, entonces de cinta magnética, que se dañaba cada dos por tres; ampollas en los dedos, producidas por la presión continua sobre las cuerdas metálicas. Todo nos daba igual; se iba cumpliendo el sueño que siempre habíamos ambicionado.
P: Hubo un momento en vuestra vida que os marcó para siempre. Vosotros los llamáis el “efecto Quesada”. Ahora es una anécdota divertida que nos gustaría que rememorases.
R: El efecto Quesada, es llamado así en nuestro argot, por la consecuencia y secuela que produjo. Fue el inicio y término de la carrera musical del Grupo Bohemios. Me explico.
En un lugar bien visible de los escaparates de los comercios de Villacarrillo fijamos unas tiras de papel que llevaban el nombre del grupo y el número de teléfono, concretamente el número era el 451, del domicilio de uno de los componentes del conjunto.
A primeros de agosto una llamada a ese teléfono nos trae el primer contrato: una boda en Villanueva del Arzobispo para el día quince de agosto, fiesta nacional, ajustándose en el precio de cinco mil pesetas. En todo ello se compromete el padre del referido miembro, que es quien recibe la llamada y promete que el grupo actuará allí en esa fecha. A la vista de ello se intensifican los ensayos, con el delirio que dicha actuación nos producía.
Llega el día quince, aprovechamos la mañana desde bien temprano para dar un último repaso al repertorio. Llaman a la puerta. Era un tal Viola Lirola, de Linares. Se había quedado este hombre con la verbena de la feria de Quesada, localidad en la que también explotaba la piscina municipal, y le hacía falta un conjunto para aquella noche.
Nosotros le dijimos que no, debido a la actuación que con anterioridad habíamos contratado para la boda. Este hombre nos dijo que había estado hablando con Salvi, nuestro representante, que era uno de los componentes del grupo que nos había alquilado los instrumentos que, de una manera arbitraria, se había arrogado tal atribución. Éste, aun conociendo la actuación del grupo en la boda que se celebraba aquella tarde y sin consultar con nosotros, había dado palabra al tal Viola para que actuáramos aquella noche en la verbena de la población de Quesada. Nos montamos en el coche de este hombre y vamos a hablar con nuestro “manager”.
– Que no os preocupéis, – decía nuestro improvisado representante – vosotros os vais a Quesada, este hombre os da ocho mil pesetas; en Villanueva del Arzobispo os dan cinco mil, pues allí que os vais. Cuántas veces lo hemos hecho nosotros, cuando teníamos el conjunto, y nunca ha pasado nada. – Que no, que nosotros ya le hemos dado palabra al novio y no lo vamos a dejar colgado – le decíamos nosotros. Después de un rato, logró convencernos y decidimos ir a Quesada, quedando reflejado el ajuste en un trozo de papel de estraza. El tal Viola, con mucha vista, pensó que con él deberíamos ir alguno, de hecho nos fuimos José Ramón amigo del grupo y yo, ya que por la tarde mandaría una furgoneta para llevar los instrumentos y en ella no cabríamos todos. Al volver a casa y comentarle a su padre que habíamos dejado la boda para irnos a la verbena de Quesada, la reacción de este hombre fue de enfado y era lógico, él había dado su palabra para cumplir con el contrato de la boda que se celebraba en Villanueva y tal compromiso tenía más valor que cualquier decisión tomada “por unos mierdas”. Tras varias llamadas a la piscina de Quesada, en la que nos encontrábamos los dos que hasta allí nos habíamos desplazado, y de las que hacía caso omiso Viola, se acordó que el “manager” se desplazara con su coche hasta Quesada y nos recogiera para traernos de vuelta a Villacarrillo y desde aquí acudir a Villanueva a cumplir nuestro primario compromiso. Operación que de forma subterfugia se llevó a cabo. Ya aquí, en varios coches se distribuyó el instrumental y llegamos con ajustada hora a la boda; montamos con rapidez y a tiempo para tocar la marcha nupcial a los recién casados. Hicimos varios números mientras los invitados se distribuían por las mesas del banquete y no indicaron que pasáramos a una habitación en la que se encontraba la abundancia de los manjares del convite y desde donde se iban distribuyendo a los comensales. No enzarzamos con un lebrillo rebosante de gambas, hasta que la superficie de estas quedó a una distancia considerable del borde del recipiente, ayudándonos a ello el trasiego de un número notable de botellas de cerveza. Paladeamos la tarta nupcial y abrimos alguna botella de sidra, antes de que el protocolo del convite indicara el momento de disfrutarlos.
Una vez retiradas las mesas se inicia el baile y lógicamente se crea ese ambiente festivo, desinhibido, embriagado por el vino y los licores. No llevaríamos cinco números cuando nos avisan que unos señores nos esperan en el portal del edificio. Bajamos y al verlos ¡Qué ilusión! Venían nuestros padres a vernos actuar. Inmediata desilusión pues la actitud que denotaban sus rostros no rozaba la alegría ni de coña. Urgentemente teníamos que dejar la boda ya que el tal Viola, con aquel papel de estraza que emulaba un contrato, había solicitado el auxilio judicial y la guardia civil nos iba a obligar a volver a Quesada. Imagínate el baile de una boda, el ambiente, la alegría de los invitados, la felicidad de la pareja de recién casados y ahora no hay que imaginarse en qué quedaron estas sensaciones cuando se corrió la voz de la marcha de los músicos. A Dios gracias, la amistad del padre del novio con uno de nuestros progenitores, permitió que fuéramos a Quesada a cumplir el seudocontrato asumido, y que los invitados se trasladarían al baile de otra boda que se celebraba en un salón cercano.
Llegamos a Quesada alrededor de las doce de la noche, a una verbena desbordante de personas, elegantemente ataviadas, al igual que por entonces ocurría en la verbena de Villacarrillo. Causó impresión nuestra juventud, teníamos por entonces dieciséis o diecisiete años, tal es así que principio creían los porteros que intentábamos colarnos a la verbena. No puedo determinar si de igual manera impresionó nuestra actuación. El caso es que como pudimos llegamos al final, allí no funcionaba nada, ni micrófonos, ni eco, nada. Cobramos cinco mil pesetas de las ocho mil prometidas, si bien nuestro “manager” al hacer la liquidación de gastos y suplidos, nos entregó a cada uno trescientas veinticinco pesetas. Quemamos aquel primer cohete y quedó disuelto el proyecto musical del Grupo Bohemios. Nos habíamos esfumado derrotados por “el efecto Quesada”.
P: Pero hubo un después. La música seguía siendo un pilar fundamental para vosotros, así que cada uno continúo por otros derroteros.
R: Efectivamente, esto no acabó con el sentimiento y con la afición que sentíamos por la música. Rara era la tarde de los calurosos veranos, después de la comida de medio día, en las que no se veía a Paco Coronado y a Juli Casero, con las guitarras al hombro, subiendo apegados a las paredes de las casas de la calle Generalísimo, por aprovechar la línea de sombra, hacia el parque de nuestro paseo y en un banco, bajo la sombra de un frondoso árbol, continuar con la afición que con mayor vehemencia marcó nuestra adolescencia.
Para el año 1974 Ángel iniciaba su periplo musical con el grupo local Los Solas; yo en Úbeda, donde estudiaba, entré de bajista con el grupo Ámbar. Estuvimos dos años en estos grupos ya que ambos iniciábamos en Jaén, él Magisterio y yo Ingeniería Técnica Industrial.
Para 1982, ya casado, sustituí al bajista del grupo Almicerán, durante una temporada.
P: Pero hubo un segundo encuentro. Ya en el 92 a alguien se le ocurre retomar el grupo. ¿Segundas partes nunca fueron buenas, o aquí rompemos el dicho?
En el año 1992 decidimos, los miembros de Bohemios y dos de Los Genios, retomar la afición musical que hacía años que habíamos dejado y fuimos hacia adelante; al final quedó el grupo formado por Juan Galiá, guitarra solista; Paco Claverías, guitarra acompañamiento; Salvador Tello, pianista; Ángel Castillo, baterista y el que habla Paco Coronado, bajista; queda el grupo de voces interpretado por los cinco. Aprovechábamos los fines de semana, la primera ocasión el cinco de diciembre de 1992, para juntarnos en un local y darnos el gusto de disfrutar de la música. El grupo contaba con instrumentos aportados por cada uno y una mesa de sonido con sus correspondientes bafles y micrófonos. Al paso del tiempo actuamos para alguna fiesta de amigos y otros eventos familiares.
P: Pero hubo hasta una pequeña gira de la que disfrutamos muchos. Recuerdo un concierto en la Plaza de San Luis.
R: Hubo muchos conciertos, sí; en el cincuentenario de la escuelas SAFA de Villacarrillo (29/05/93). Varias veces en terrazas de verano y discotecas, las Nocheviejas de los años 1995 y 1997 en la cena del Hotel Las Villas y la del 1999 en Salón Olimpo, varias bodas, y la última actuación fue el 22 de junio de 2001 en la fiesta fin de curso de las Escuelas SAFA. Las actuaciones celebradas en la Plaza San Luis en los años 1995 y 1996 quedaron grabadas mediante la mesa que ajustaba el sonido. Aquellos casetes los hemos pasado a CD, dando lugar a cinco copias de cuatro discos, recogidos en dos estuches, cuyas portadas e interiores contienen fotos del grupo en distintos años. Cada uno guardamos, como oro, una de las copias.
P: Dime la canción que más te gusta de aquellos maravillosos años, la que te hizo “clic” para decir; ¡quiero ser músico!
R: No fue una canción en especial, aquello fue un proceso. Mi hermana que tenía una voz preciosa y aún la conserva, siempre cantaba cuando hacía las faenas de casa. Cantaba pasodobles, cuplés, la canción moderna que daba la radio, etc., en definitiva la música que se escuchaba en los primeros años sesenta. Llegó hasta mí la música, interpretada por ella, como un aprendizaje más, en esa edad temprana en la que cualquier sensación se fija a la personalidad y va formando parte de ti el resto de tu vida. Una vez formado el grupo me vienen a la memoria canciones inolvidables: Let it be, de The Beatles, Killing me softly, de Roberta Flack, Aquarius, de la revista americana “Hair”, Have you ever seen the rain, de C.C.Revival (para nosotros “Aguo mi nou”), El violín de Cartón, de Nuevos Horizontes, por su dulzura y el significado emotivo que ha tenido para el grupo… En fin pasa el tiempo y nuevos gustos y otros movimientos musicales te van atrayendo, sin que por ello aquellas canciones hayan dejado de ser el sedimento de nuestra vida en la música.
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