El éxito. Jamás un sustantivo podría estar mejor asignado que este y para ellos. Revolú Teatro le dio la vuelta al Teatro Coliseo, como un calcetín. El continente: se nos quedó gente fuera. Por primera vez, dentro de lo que es el Otoño de Teatro, pusimos el cartel de NO HAY ENTRADAS. Las expectativas eran altas y el éxito de representaciones anteriores hacían prever que el teatro se llenara, como así fue. Familiares, amigos y mucha gente cercana abrazó a esta compañía tan peculiar en su forma de trabajar. Son comuna; una familia que cose, elabora decorados, ríe, llora y ensaya cada escena, cada detalle, hasta la perfección. El adjetivo, “aficionados” se queda muy corto.

El contenido: el primer golpe en la mesa es el impacto visual que provoca el decorado. La escenografía perfecta, bellísima puesta en escena que recrea una casa (dormitorio y salón) del París del siglo XVII. Detalles al mínimo que hacen un todo espectacular que se complementa con el vestuario de alta costura que pasean los actores y actrices durante la obra. Un envoltorio que se convierte en un personaje más de esta famosa comedia de Molière. El enfermo imaginario de Revolú Teatro es una adaptación libre de un texto, concebido, en principio, en verso que nos habla de la falta de vida (en vida) de esas personas hipocondriacas a las que acuden todos los males habidos y por haber. También de la picaresca de los médicos de la época y su falta de escrúpulos. Un enfermo (Argan) al que le da vida Paco del Arco, caracterizado perfectamente para la comedia. Su nariz es un timón que maneja este hombre con una soltura y unas maneras envidiables. Tiene el peso de la obra y afronta un texto largo y lleno de matices que él se lleva de calle con una naturalidad muy bien medida. Lo mismo que el resto del elenco. Porque esa es la parte más importante: la manera de crear magia y hacer de cada papel un disfrute para el público. Desde Maribel a Baltasar, pasando por Juani, Raquel, Silvia, Macarena, María Pilar, Seba, Rocío, Pedro, Josemi o Víctor. Los papeles más largos son los más lucidos, por supuesto, pero el conjunto es una auténtica obra de arte: ni un solo fallo (o mínimo), fluidez, gestualidad, tiempos…La palabra que se hizo teatro del bueno, que lo hicieron bueno ellos y ellas; que lo pusieron en valor; teatro que engancha a público entendido y alecciona al aficionado.
Y es que, si la máquina está bien engrasada nada puede salir mal. El director, Juan Luis García Hervás, ya se puede dar por satisfecho del resultado de su trabajo. Él lo sufre hasta el final, nosotros lo agradecemos hasta el infinito ya que vemos que el futuro de la escena local sigue más vivo que nunca, sin enfermedades imaginarias. Vemos como nadie se lanza al vacío sin tener un trabajo digno que presentar. Lo de Revolú Teatro supera esa dignidad requerida y lo hace porque se nota que lo que trabajan lo elaboran desde la felicidad total y absoluta. Actores, actrices, director, la regiduría, los encargados del decorado, las encargadas del vestuario…las niñas que lanzan flores al público, flores físicas que el respetable devolvió en aplausos. Vuestra manera de entender el teatro es una alegría inmensa que se une al resto de lo que ofrecen las compañías locales. Puntos de vista diferentes que enriquecen la Cultura de Villacarrillo.
