Es la primera vez que una compañía de teatro nos llega desde tan lejos. Nos han traído montajes desde Madrid, Segovia, Sevilla, Málaga…Pero nunca desde Cataluña, a más de 600 kilómetros. Esa es la primera muestra de que cuando se ama lo que se hace no hay distancia que valga, ni trabajo. Las compañías aficionadas, cuya forma de ganarse la vida es otra distinta, hacen verdaderos esfuerzos por mantener viva su pasión y estamos ante un caso muy significativo. El pasado sábado, con un patio de butacas prácticamente lleno, nos presentaban su versión de ‘La estanquera de Vallecas’, original de José Luis Alonso. Extraordinaria, sin más. Le han dado un giro al montaje, que no al guión, para dar vida a una obra de teatro que habla de buenos y malos, también buenos. De cómo la necesidad aprieta y hay que ganarse la vida lo más honradamente posible, aunque eso del “más vale pedir que robar” aquí no se contemple. Destacar la puesta en escena que en Villacarrillo tuvo que ser mínima por aquello de no dejarse todo el caché en el transporte. Fue efectiva, ya lo creo. Recreando un estanco madrileño de los 80 con toda su parafernalia. Lo mejor: el dinamismo de las interpretaciones, sin tiempo para respirar, sin fisuras en el texto, haciendo que el público no se perdiera en la trama y reivindicando el teatro aficionado de calidad. El elenco estuvo a la altura de los profesionales, dando carácter a cada uno de sus personajes, haciendo que el numeroso público se pusiera en pie.