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Chica de Luz. Un cuento de Diego J Marín López con motivo del Día Mundial Contra el Cáncer de Mama

Cuentan que había un pequeño pueblo rodeado de un siniestro bosque, donde vivía un terrible monstruo, cuyo entretenimiento era coger a cualquiera que se atreviese a adentrarse en el, e irle sorbiendo la vida poco a poco, hasta acabar por matarle. Tenía predilección por las mujeres, y sobre todo por sus pechos, aunque si había que coger a un hombre tampoco lo rechazaba, su verdadera diversión era matar, destruir.
El problema era que, para poder hacer la vida diaria con sus actividades, era imprescindible transitar en ocasiones por el siniestro bosque, tarea que realizaba todos los días la encargada de encender las luces nocturnas, ya que los interruptores se hallaban dentro del bosque.

Una noche el monstruo que siempre andaba merodeando de arriba, abajo, se topó con ella, por supuesto la atrapó, y empezó a sorberle la vida por sus pechos.
La gente del pueblo que habitualmente evitaba el bosque o pasaba corriendo, vieron que se habían quedado sin luz por la noche, y las calles se hacían oscuras y aterradoras.

¡NO PODÍAN VIVIR ASÍ!
Así que, se armaron de valor y formaron un ejército, en que, muchos vestidos y vestidas de blanco para ser visibles en la oscuridad, se atrevieron a enfrentarse al monstruo.
Fue una durísima batalla, al final no pudieron vencerle, pues era demasiado fuerte, pero consiguieron rescatar a la chica de la luz.
Luego la cuidaron con mimo y sin tregua, día y noche, y ella aún malherida agradecía y daba ánimos a sus cuidadores y cuidadoras. Al final su desvelo dio fruto, consiguieron vencer “el beso del monstruo”, y el pueblo volvió a tener luz todas las noches.
Habían aprendido algo, a enfrentarse cara a cara con el miedo, luchar contra él, que la constancia es necesaria, y la fuerza se forja unidos. No cabe duda, que aquel pueblo valiente, un día, conseguirá vencer definitivamente al terrible monstruo…

(Dedicado a todas las y los valientes que, aun luchando contra el cáncer de mama, siguen encendiendo nuestra luz todas las noches)
Qué nunca se apague su ánimo, que no se agranden sus duelos. Que les espera la vida, que les esperan los sueños.

Diego J. Marín López

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