Ayer presentábamos el libro en la Biblioteca Municipal “Francisco Tudela” ante un público que abarrotada el recinto.
Decimos que nada muere si lo conservamos en la memoria. Nada se marcha para siempre si nos encargamos de hacerlo vivir en el recuerdo. La historia que nos cuenta nuestro amigo Tomás López, a través del libro que presentábamos ayer, “Las Canalajeas: Una aldea en la memoria”, tiene un trasfondo que va mucho más allá de recuperar la memoria del lugar donde nació y creció. Se trata de ahondar en nuestro pasado, en nuestra forma de vivir, en la historia reciente de nuestras vidas; la de nuestros mayores y, por ende, la nuestra propia.
Las Canalejas es una aldea de la Sierra de Segura que ya no existe físicamente. Con una población, entonces, hablamos de principios el siglo XX, de unas trescientas personas, unas sesenta familias. Por obra y gracia de las expropiaciones forzosas, la aldea tuvo que desaparecer, pero no así su recuerdo. Y para recuperar esa memoria, nuestro flamante escritor tuvo que correr toda una aventura. Primero aprendió a pintar, en el taller de pintura de la artista Juani Carrillo (quien le dedicó unas emotivas palabras). El objetivo era tener una imagen física de la aldea. Nuestro querido Tomás no encontraba fotografía alguna de su pueblo, así que decidió pintar lo que tenía en su cabeza. El resultado es la portada de este libro. La segunda parte fue la que le llevó a querer aprender a escribir para poder llevar a cabo este libro de memorias. Se apuntó a la Escuela de Adultos y a un taller de escritura creativa de Diego Marín Galiesto, muy presente ayer durante la presentación siendo, además de su maestro, el prologuista de la publicación.
Una vez anunciada la expropiación de los terrenos de la aldea, y tras la marcha a otros destinos de sus vecinos, parece que sus cortijos, su iglesia, sus fuentes, la noguera, estaban llamados a desaparecer para siempre. Pero Tomás resistió el envite del olvido y presentó batalla a la memoria, desde varios frentes. En el libro relata mil aventuras, desde muy pequeño. Primeros juegos en los que se convivía en la calle, en el campo, en la noguera…Lo abarca todo; desde un esquema de las familias que vivían en Las Canalejas, las costumbres, fiestas, las matanzas, la Navidad, una sección de recetas típicas de la época y que aún perduran en el tiempo, afortunadamente…
En definitiva es toda una lección de vida la que nos da nuestro protagonista con este libro. 83 años no son obstáculo para nada ni para nadie. Sólo hay que creer en lo que se tiene; en la capacidad de trabajo de uno mismo y en la humildad con el que éste se lleva a cabo. Ayer más de cincuenta personas le acompañaron, mucho me temo que la cosa no termina aquí. El viaje ha comenzado ahora…
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