Hay esperanza. La salud del pop-rock jiennense tiene recorrido; vuela alto, viaja lejos, rezuma entusiasmo, vitalidad y, sobre todo, muy buenas canciones. Estocolmo, el grupo que ayer engalanó la noche del Jueves de la Villa, viene desde Torreperogil, pueblo de la Cultura, para quedarse y seguir exportando su melancolía indie ,esperemos que mucho más allá de nuestras fronteras. Impecables, nítidos y poderosos. Su directo (electroacústico) les muestra desnudos ante un público que ya les quiere y otro, como servidor, que terminó enamorándose del concepto. No inventan nada: su propuesta sigue la estela de la música que ya hicieran (hacen) otros: ellos son el relevo natural de Supersubmarina, de Alis, de Atomatics...Son todos ellos pero evolucionados hacia un sonido cada vez más personal y unas letras que llevan dentro una carga de profundidad muy importante.
La soledad, la apatía, el desamparo de los tiempos que nos ha tocado vivir, el desencuentro y la esperanza. Canciones, repito, preñadas de mensajes sobre lo que somos y lo que deberíamos ser. Personalizadas por Salva, cantante y hacedor de magia. Flanqueado la guitarra afilada de Paco Peñuela y la impecable base rítmica de Migue Villar (batería) y Salva García (bajo y coros). Y lo mejor es que se encuentran grabando nuevo material, algunas de esas nuevas canciones las pudimos escuchar ayer. Vivir de la música, en tiempos revueltos como estos, es una quimera, pero con esa calidad en las composiciones y esa forma de tocar en directo, estos cuatro jinetes nos hacen recordar la trayectoria de otro de esos grupos imprescindibles, de esas bandas que deberían ser un referente de talento, trabajo y constancia: nuestros adorados Second. Grupo al que Estocolmo también profesa devoción.
Hubo canciones originales, las ya publicadas en su EP, de título homónimo, y versiones de artistas a los que admiran. Es el caso de este momentazo donde se rindió homenaje a Zahara y a los añorados Supersubmarina. Guitarra y voz. Nada más, nada menos.
