Otra lección de buen gusto y profesionalidad. Y ya van…El Ballet Español de Linares nos dejó el alma seca, literalmente. Siendo profano en la materia no me explico como una historia tan compleja, para interpretar a través de la danza, fue tan fácil de digerir el pasado miércoles en el Coliseo. La puesta en escena, los dos protagonistas: el hombre que vende su alma a cambio de recuperar un tiempo pasado y una juventud perdida (Ángel Solana) y el comprador, un diablo con la sed propia de quién se sabe vencedor al final de esta historia (Marcos Cruz). Un cuerpo de baile de ángeles y demonios que arropan esas ansias de placer y conocimiento, de tragedia y muerte…La luz, la música traída desde el cielo y otras veces arrojada al abismo del propio Infierno. La intepretación, no solo la expresada por la propia danza, también la de los gestos, las miradas, las manos…El cuidado vestuario, seña de identidad de la compañía. Todo un conjunto de ideas que dan vida a este espectáculo. El teatro bailado.
Fotografías de José Luis Martínez