
Aunque no me gusta, por manida, la expresión “broche de oro”, aquí la voy a utilizar cambiando el sustantivo final por diamante. Ana Corbel se viste con coplas de toda la vida pero se las prende a la piel con broches ornamentados de diamantes muy bien pulidos. Locuras de hoy, Coplas de siempre es eso, alta costura. Ojos negros, El señorito, La bien pagá, Tatuaje o Y sin embargo te quiero, entre otras coplas de toda la vida, sonaron en el Teatro Coliseo bajo un nuevo prisma; con una pátina de actualidad muy bien encajada por las presentaciones que, de cada canción, ha hecho el gran Pedro Ruíz, bajo la dirección de otro grande, Paco Ortega. Un traje que había que hilvanar muy fino, al detalle y que ya puesto en su perchero se muestra imponente para el disfrute del público que acudió al Coliseo. La Copla siempre ha sido el mejor escaparate para hablar/cantar de todo de manera directa o con esos maravillosos dobles sentidos; no solo de amoríos intensos o no correspondidos, también los temas sociales, como los abusos de poder, el machismo o la emigración tenían su lugar en este universo artísitico tan reivindicable.
Locuras de hoy, Coplas de siempre es un arcoiris que recorre la piel como una tela de seda que eriza con cada interpretación de Ana Corbel y su mejor aliado en esta aventura, Chico Pérez, un músico impecable cuyas teclas son alfileres que sujetan este vestido de locura y copla; lo afianzan en escena para que la cantante lo cosa siguiendo un patrón que mezcla actualidad, repito (no dejó títere con cabeza) y tradición. Muy grandes todos; muy profesionales; más cercanos y cariñosos no se puede ser. Y lo mejor, Locuras de hoy, Coplas de siempre es una vestimenta viva que puede cambiar de color en cada escenario que tenga a bien programar este espectáculo.
Un 10.
